20130520

El elogio de la sombra.


Junichiro Tanizaki


Lo bello no es una sustancia en si sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra.

Captar la belleza en la llama vacilante de una lampara y descubrir el alma de la arquitectura a través de los grados de opacidad de los materiales y el silencio y la penumbra del espacio vació.

Agachado en la penumbra, bañado por la suave luz de los Shōji y absorto en tus ensoñaciones, al contemplar el espectáculo del jardín que se despliega desde la ventana, experimentas una emoción imposible de describir.

Velar todo con una difusa penumbra y dejar que apenas se vislumbre el limite entre lo que esta limpio y lo que esta algo menos.

Ese metal ligero, vulgar y chillón se ha convertido en una material denso y de buena ley, de reflejos profundos como una cerámica.

Bloques de piedra extrañamente turbios que atesoran en lo mas recóndito de su masa unos fulgores fugaces y perezosos, como si se hubiese coagulado en ellos un aire varias veces centenario.

Pero cuando sustituyeron la lampara por un candelabro aun mas oscuro y pude observar las bandejas y los cuencos a la luz vacilante de la llama, descubrí en los reflejos de las lacas, profundos y espesos como los de un estanque, un nuevo encanto totalmente diferente.

La oscuridad es la condición indispensable para apreciar la belleza.

Dejemos el espacio que los rodea en una completa oscuridad, luego sustituyamos la luz solar o eléctrica por la luz de una única lampara de aceite o de una vela, y veremos inmediatamente que esos objetos llamativos cobran profundidad, sobriedad y densidad.

Una luz difusa que por instantes va revelando uno u otro detalle, de tal manera que la mayor parte de su suntuoso decorado, constantemente oculto en la sombra, suscita resonancias inexpresables.

Ese mundo de sueños de incierta claridad que segregan las velas.

Ese latido de la noche que son los parpadeos de la llama.

La silenciosas armonía entre el brillo de las velas que parpadean en la sombra y el reflejo de las lacas.

Su superficie turbia, semitraslucida como un jade, esa sensación que dan de absorber hasta la masa la luz del sol, de encerrar una claridad difusa como un sueño, esa concordancia profunda de tonos.

Eso que generalmente se llama bello no es mas que una sublimación de las realidades de la vida.

Atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apenas un ultimo resto de vida.

El aire en esos lugares encierra una espesura de silencio, que en esa oscuridad reina una serenidad eternamente inalterable.

Esa calma algo inquietante que genera la sombra.

Lo que mataba la belleza del Kabuki era esa iluminación inútilmente exagerada.

La falsa belleza creada por la penumbra no es la belleza autentica.

Creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en mismos son insignificantes.

Esas tinieblas sensibles a la vista producían la ilusión de una especie de bruma palpitante, provocaban fácilmente alucinaciones, y en muchos casos eran mas terroríficas que las tinieblas exteriores.